Lo que aprendí sobre aceptar la diferencia en las peleas con los bullies del colegio
El temor y la resistencia a la diferencia estanca procesos y lleva inevitablemente a la rutina. En #ImproParaLaVida creemos que la diferencia es una riqueza y no una amenza.
FLEXIBILIDAD HACIA LA DIFERENCIA Y ADAPTABILIDAD CONTEXTUALCLIMA Y CULTURA ORGANIZACIONAL
Una vez más él estaba sentado en silencio y en actitud reflexiva, en una de las sillas del despacho del rector a la espera de que su padre llegara a firmar el expediente y que le contaran lo que había pasado.
Fueron eternos los minutos de espera, casi dos horas en realidad pero, para él, el tiempo parecía detenido. A lo lejos y entre susurros escuchaba a la secretaría hablar con el rector, con un profesor y una profesora que comentaban sin parar los detalles de lo sucedido. Él seguía con la mirada fija sumido en sus pensamientos “infantiles” que a nadie le interesaban, evidentemente, porque nadie le preguntaba nada.
Sus comportamientos “recurrentemente agresivos” convertían en rutina esta situación: separarlo de la pelea, llevarlo a la rectoría, a los otros a enfermería, avisar a los papás y esperar a que vengan para contarles lo sucedido junto con el correspondiente juicio a priori. Todo aquello terminaría tiempo después con matricula condicional y, finamente, con la invitación a cambiar de institución educativa.
Aquel día él espero la llegada de su papá y que la rutina se cumpliera; en silencio acompañó cada uno de los momentos en los que los adultos hablaron, describieron lo sucedido, juzgaron y lo sentenciaron. Nadie le preguntó el porqué de sus acciones o el para qué le había pegado de esa manera al otro chico y a sus otros tres compañeros. Todo quedó reducido a la apreciación prejuiciosa de “es que es hiperactivo y no sabe qué hacer con tanta energía, pero tampoco podemos permitir esas actitudes…”.
Los adultos siempre han tenido explicaciones, respuestas y razones sin hablar o preguntarles a los niños.
Algún tiempo después hablando con él le pregunté qué había pasado ese día. Me contó que no había sido solo ese día, sino que había sucedido otros días también. Era extraño cuando ya no aguantaba más y “perdía el control” cómo insistían en decirle, pues reaccionaba con mucha fuerza y le costaba detenerse. Pero, después se sentía mal con ellos y consigo mismo, se preguntaba por qué no entendieron las sugerencias y peticiones que les hacía, por qué persistían en comportarse así, en decir esas cosas.
Le insistí que me contara más y me explicará mejor lo sucedido, así que finalmente me dijo:
— Yo era muy tímido pero hiperactivo; entendía muy rápido pero no me podía quedar quieto. Tenía muy pocos amigos pero escogidos por un criterio particular, pues mis amigos eran los que no eran aceptados como amigos en ningún grupo: la gafufa, el gordo, el negro, el flaquito y yo completaba el equipo siendo el enano, por ser de los más pequeños del curso.
Siempre encontré fascinante a las personas diferentes a mí porque ven el mundo distinto y tienen algo que aportar, no tragan entero para ser aceptados. No obstante, así no son la mayoría de las personas, ya que casi todos buscan ser aceptados en algún grupo y parecerse entre ellos. Los adultos esperan que todos se comporten como “personas normales” y, por eso, buscan normalizar todo.
Usualmente le tenemos miedo a lo que es diferente y solemos rechazar al que es distinto a mí; preferimos a las personas que piensan, hablan, actúan igual a mí porque creemos que es mejor y más seguro. Sin embargo, aceptar la diferencia trae muchos beneficios a la vida de aquel que se atreve a recibirla:
1. La diferencia trae riqueza. No es posible crecer ni resolver cuando todos piensan igual; solo cuando hay una nueva idea, una opción diferente, es que hay movimiento y solución.
2. La diferencia permite adaptarse mejor a los contextos. Eso se logra porque la diferencia deja de ser una amenaza de la que nos tenemos que defender.
3. La diferencia ayuda a disminuir los prejuicios. Muchas veces evitamos personas y situaciones porque creemos que son “malas” por su forma de vestir, de hablar, si lleva muchos tatuajes, si es vegano… en fin. Definimos a las personas y a los contextos desde nuestra mirada sin darnos la oportunidad de conocer.
4. La diferencia incrementa la eficiencia y la eficacia en el desempeño, pues se enfoca en las soluciones en lugar de los problemas.
5. La diferencia trae apertura a la escucha. Escuchar no es dejar que alguien hable y se “desahogue”; escuchar es estar presente, reconociendo que el otro tiene cosas valiosas por decir y aportar con las cuales se puede construir.
6. La diferencia permite la inclusión. La verdadera inclusión no es decir palabras en femenino y masculino (niños y niñas, señoras y señores), es tener en cuenta a la persona que es diferente para hacerla parte de mi espacio, como un interlocutor válido.
7. La diferencia ayuda a no hablar de la gente sino con la gente. Al no haber tantos prejuicios, los juicios disminuyen. Ya no se busca hablar de cómo esa persona no es como yo ni como yo espero, sino que se busca hablar con esa persona para conocer su punto de vista y así enriquecer el mío.
Por eso así se comportaban los bullies del colegio, por el miedo y la resistencia a la diferencia; por eso encerraban en un círculo a alguno del grupo de los “diferentes” cuando lo encontraban solo para decirle cosas, para empujarle y hacerle sentir menos.
Él terminó su historia diciendo que en más de una ocasión les pedía que pararan, incluso trato de persuadirles advirtiéndoles que podrían tener problemas y su respuesta era humillar también al enano que, de repente, se transformaba en un mini Hulk.
Aunque han pasado muchos años — que ya son décadas — y que no estoy de acuerdo con las respuestas agresivas ni violentas para plantear razones o defender derechos, cuando me reúno con él a hablar y recordar, me queda claro que aun soy ese niño que cree, ama y defiende la diferencia como un principio de humanidad, diversidad y riqueza que nos invita a asumirla y explorarla.
Esa perspectiva de entender la diferencia como una riqueza y no una amenaza es lo que me ha permitido ver y trabajar en diferentes equipos entendiendo las características distintivas de cada individuo como un aporte al enriquecimiento a los grupos, que facilite el recorrido del proceso para lograr los objetivos propuestos y superarlos con amplitud, permitiendo la construcción de un clima y cultura organizacional de éxito.